En ANATUR – Acción Natural Ibérica creemos que uno de los mayores retos a los que se enfrenta el mundo rural español, es precisamente el impacto de los incendios forestales que, año tras año, arrasan miles de hectáreas de los bosques y montes de nuestro país. Los datos hablan por si solos: Hasta el 10 de Septiembre, según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA) habían ardido en España casi 100.000 hectáreas, prácticamente el doble que en todo 2016. Sin embargo, el drama de los incendios que han asolado Galicia, Asturias y la provincia de León a mediados de este Octubre han ahondado en este problema al haber ardido más de 35.000 hectáreas en apenas un fin de semana. Y el problema no cesa cuando se apaga el fuego, ya que el humo altera gravemente la atmósfera, hay pérdidas materiales de viviendas, de animales; posteriormente se producen pérdidas de suelo por lluvias intensas y erosivas que deterioran los ecosistemas forestales y los ríos. Los problemas no terminan cuando se apaga el fuego, sino que empiezan otros.
Desde ANATUR – Acción Natural Ibérica, como partido comprometido con el mundo rural español, queremos hacer un análisis de las causas los fuegos y medidas que se pueden tomar para eliminar o al menos reducir el impacto esta lacra. Primero hay que destacar que ha habido mucha especulación en lo relativo a las causas y culpables de la epidemia de fuegos que carbonizan el noroeste de España cada año. Según el propio MAPAMA, prácticamente el 80% de los fuegos ocurridos entre 2001 y 2014 en Galicia son intencionados y lo más preocupante: se desconocen las motivaciones de más del 30% de los incendios provocados, lo que se traduce en más de 90.000 hectáreas arrasadas sin que se sepa cuál ha sido el motivo.
Una de las industrias señaladas es la industria maderera, que en Galicia representa el 3,5% del PIB, facturando casi 2000 millones de euros al año. Los datos del MAPAMA parecen descartarlo (sólo 341 hectáreas quemadas en 43 incendios con el fin de reducir el precio de la madera en 14 años), pero hay voces desde el Consello Forestal de Galicia que afirman que la industria maderera se beneficia de los fuegos al poder impulsar un cambio de especies y la implantación de monocultivos.
Uno de esos monocultivos sería precisamente el Eucalipto, cuya extensión ha sido exponencial los últimos 30 años hasta ocupar 425.000 hectáreas sólo en Galicia. No es que esta especie potencie los fuegos, sino que por la estructura de las explotaciones de eucaliptales, crece mucho más matorral en el sotobosque y al haber, en demasiadas ocasiones, un nulo mantenimiento o cuidado de las explotaciones, favorece la propagación del fuego. Es cierto que los eucaliptos, son plantas pirófitas (es decir, que están adaptadas a sobrevivir después del fuego), pero en todo caso, parte del problema vendría de la dejadez de los propietarios de las explotaciones que permiten que surja una ingente cantidad de biomasa forestal de tipo matorral sin eliminarla. A esto habría que añadir el hecho de que sus hojas pueden desplazarse cientos de metros ardiendo, originando nuevos focos. Es decir, en un eucaliptal el fuego se propaga mucho más rápido.
Así, la proliferación de plantaciones forestales de especies muy inflamables, como eucaliptos, pero también pinos, sin duda favorece la rápida expansión de los incendios, sobre todo cuando se encuentran semi-abandonadas y acumulan mucha cantidad de biomasa que es lo que ocurre actualmente. En ANATUR – Acción Natural Ibérica denunciamos que los propietarios de los terrenos carecen de incentivos para evitar utilizar especies con alto riesgo. El dueño de la parcela recibe los beneficios derivados de la alta productividad de estos árboles, pero no asume el enorme coste que causan los incendios.
A todo esto hay que añadir que los bosques caducifolios nativos típicos de estas zonas, especialmente los robles, tienen un riesgo de incendio mucho menor que las plantaciones de pinos o eucaliptos, por lo que constituyen una defensa natural y barata frente a los incendios. Desde ANATUR – Acción Natural Ibérica creemos que hay que evitar el error de primar las plantaciones de especies productivas y muy combustibles, no intercalar áreas cortafuegos ni bosques refugios de biodiversidad y por supuesto, no proteger carreteras ni casas de la cercanía del fuego futuro.
Otro de los mitos en relación a los fuegos es la ley de montes 21/2015, reformada en su artículo 50. Esta ley es señalada por muchos grupos ecologistas como una de las chispas que provoca oleadas de incendios, al supuestamente permitir la recalificación de terrenos quemados. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ley especifica que no se puede recalificar un terreno quemada hasta que hayan pasado 30 años, con a única excepción a que «concurran razones imperiosas de interés público de primer orden«, mediante ley y nunca en montes de utilidad pública. Esto descarta la práctica totalidad de los fuegos de este año pues no se cumplen estas premisas y el propio Colegio de Ingenieros de Montes afirma que la ley pretende impedir, en casos realmente excepcionales, la paralización de la dotación de infraestructuras públicas que de otra manera sería imposibles de llevar a cabo si se produjese un incendio, por pequeño que este fuese, en el área prevista para ello.
El problema no radica ahí, las causas son otras. Por ejemplo, Galicia cada vez gasta más recursos en extinguir incendios, más de 175 millones de euros al año los dos últimos años y sin embargo el problema persiste. En ANATUR – Acción Natural Ibérica creemos que si esa cantidad de dinero invertido en extinción se hubiera invertido en prevención y en el desarrollo sostenible de las zonas que tradicionalmente se queman, el problema del fuego no sería de la magnitud actual. Es prioritario ofrecer un futuro económico, ambiental y demográfico a esas zonas aquejadas del envejecimiento y la despoblación para evitar que se conviertan en polvorines. Hay que potenciar la ordenación y gestión del territorio.
Y desde ANATUR – Acción Natural Ibérica consideramos que la clave pasa precisamente por impulsar y dinamizar el mundo rural. Inversiones que faciliten la vuelta de gente a los pueblos. Invertir en desarrollo y promocionar la gestión forestal sostenible. Hay que pensar que España es el segundo país de Europa con mayor superficie forestal sólo por detrás de Suecia, pero los recursos forestales se encuentran infra-aprovechados. Una de las opciones pasa precisamente por recuperar la productividad de los montes impulsando actividades tradicionales como la recolección de resina, de frutos forestales como los piñones, regulando los aprovechamientos micológicos, o promoviendo aprovechamientos madereros sostenibles de especies autóctonas. Un monte productivo implica mantenimiento e interés por evitar fuegos de las gentes que viven de él.
Porque el gran problema del monte español es el abandono rural que nos desangra. Abandono que acaba provocando una acumulación de biomasa inflamable de sotobosque que se convierte en un combustible perfecto para la propagación de los fuegos. Biomasa que se acumula al impedir a la gente de los pueblos el aprovechamiento de la leña, por las podas en plantaciones que no se recogen y por el declive de la mejor estrategia anti-incendios: la ganadería extensiva y el pastoreo.
Porque en ANATUR – Acción Natural Ibérica somos conscientes que las zonas rurales mejor conservadas desde el punto de vista medioambiental, han sido aquellas donde las actividades agrarias y, especialmente, las ganaderas, ha sido el motor económico. Y es que la presencia de ganado en el monte constituye una forma sostenible y eficaz para la prevención de incendios al controlar el crecimiento de la vegetación herbácea y arbustiva durante los meses de alto riesgo (de junio a octubre), y porque, al crear diferentes compartimentos en el paisaje, da lugar a saltos que dificultan la propagación del fuego en caso de la aparición de un incendio.
Y esto ha sido así en España desde sus inicios, dando forma a unos paisajes que dependen de la ganadería para mantener sus valores, su cultura y su diversidad biológica. En ANATUR – Acción Natural Ibérica destacamos además otros beneficios que aporta el pastoreo en nuestros montes: la fertilidad que proporciona al suelo el estiércol y el aporte de semillas garantizado la resiembra y la conservación y recuperación de especies, es decir, impulsando la biodiversidad. Y es que las personas dedicadas a la ganadería son la mejor garantía en la prevención de incendios: conservan infraestructuras necesarias en la lucha contra el fuego (como pequeñas casetas o puntos de agua) y además facilitan labores de vigilancia del monte, alejando a posibles causantes de incendios.
Por eso desde ANATUR – Acción Natural Ibérica denunciamos totalmente son las acusaciones a ganaderos desde las asociaciones ecologistas como causantes de los fuegos. Entidades como la Coordinadora Ecologista de Asturias, afirma sin rubor que los fuegos de la semana pasada son para crear pastos, demostrando así una ignorancia absoluta ya que han sido precisamente los ganaderos quienes han sufrido las pérdidas más dramáticas al estar el ganado en el monte en estas fechas. De hecho, entre los fallecidos por el fuego ha habido precisamente un ganadero que trataba de salvar sus reses del fuego.
Porque acusar al colectivo ganadero de intencionalidad flagrante debido a que algunos incendios accidentales en el pasado han sido originados para abrir pastos es inadmisible. El fuego forma parte de los instrumentos de gestión del territorio reconocidos por la administración, y en el pasado ha contribuido a modelar los paisajes y los ecosistemas (no solo en Asturias o Galicia sino en todas las comunidades de la Cornisa Cantábrica). Las llamas bajo control sirven para dejar claros campos en los que luego pastan las reses o para sanear terrenos en los que luego se plantan cultivos. Porque junto con el pastoreo, las quemas prescritas en épocas de bajo riesgo, las acciones de desbroce y, sobre todo, una gestión forestal sostenible adecuada, es la mejor medida de prevención.
Porque igual de injusto es acusar a los ganaderos de los incendios que asolan el norte de España cada verano como sería hacerlo a los brigadistas por detención la semana pasada de un miembro de la brigada municipal del Ayuntamiento de Lobios como presunto autor de seis incendios forestales en la comarca donde trabajaba.
En cualquier caso, distintas entidades ecologistas y el animalistas han hecho gala de un oportunismo repugnante tras la oleada de incendios pidiendo también el cese de la caza en la totalidad de Galicia y Asturias. Esta demostración de manipulación y mala fe, ya que la ley impide la actividad cinegética en las zonas quemadas durante un período de 5 años, culpabiliza precisamente a uno de los colectivos más perjudicados por los fuegos, los cazadores ¿En qué ayuda a recuperar el robledal de Muniellos el prohibir la caza en la vertiente Asturiana de Picos de Europa que está a 200 km? El ecologismo ignora sistemáticamente la gran labor de conservación y mantenimiento de los espacios que hacen los cazadores, al mantener despejados accesos, puntos de agua, limpieza de brechas y en general, todo lo relacionado con un uso sostenible del territorio. Deberían quizá ser más cautos con sus acusaciones cuando precisamente uno de los detenidos por la oleada de fuegos en Galicia y Asturias es fundador de un grupo ecologista.
Desde ANATUR – Acción Natural Ibérica pedimos además penas más duras contra los incendiarios. Castigos contundentes, disuasorios y que se cumplan íntegros. Es hora de acabar con la impunidad de quienes queman nuestro patrimonio natural. Porque en los últimos años sólo 325 personas han sido condenadas y de las que apenas ocho ingresaron en prisión. Hay que ser conscientes de que quienes provocan incendios son criminales y hay que tratarles como tal.