Contra el animalismo radical y sin sentido

Ya ha llegado el momento de echar el freno a esta situación absurda que es el animalismo radical y sin sentido. Gracias a cuatro mamarrachos que creen hablar en nombre de los animales, se está poniendo en peligro la forma de vida de muchas familias y de la propia naturaleza. Basta ya de querer hacer pensar a la sociedad que la caza, la pesca, la ganadería, la agricultura, la tauromaquia o cualquiera de nuestra tradiciones rurales son herramientas para hacer desaparecer a nuestra fauna.

Hace 800 años en España no había ni la octava parte de los animales que tenemos hoy en nuestras tierras. Jabalíes, ciervos, corzos, incluso lobos y osos tenían sus territorios bien definidos siendo pocos los que tenían la suerte de poder abatir alguno de estas especies ( casi siempre la realeza y su linaje).

Hoy en día, hay de todo (y cada vez más) en nuestro territorio y si después de tantos años tenemos tanta fauna repartidos por nuestro país, no es que haya sido precisamente gracias a los esfuerzos de esta lacra que se hace llamar ecologista, ni a un montón de leyes absurdas fabricadas desde despachos que lo único que ven de naturaleza son algunos tiestos en polletes de ventana.

Tanto cazadores como pescadores llevan muchos años cuidando de sus ríos y sus montes. Sólo cuando se han hecho leyes con prohibiciones sin sentido (¿Qué burócrata de despacho le va a decir a una persona del mundo rural lo que es mejor para el campo?) ha sido cuando ha empezado este declive de algunas especies, que curiosamente, no son precisamente cinegéticas (ahí está el caso del Urogallo cantábrico y los millones de euros despilfarrados en su conservación por ignorantes del medio natural).

El bienestar animal no es prohibir cortar rabos y orejas a perros, no es poner trabas a la matanza del cerdo, no es demonizar las peleas de gallos en canarias o de carneros en el País Vasco, no pedir la abolición de los animales en los circos, no es suprimir la contrapasa de la paloma, no es el exterminar el cangrejo rojo de pantanos y ríos dejando sin sustento a muchas familias, no es envenenar las balsas de agua matando flora y fauna para acabar con especies que llevan décadas o incluso siglos entre nosotros y se encuentran naturalizadas, tampoco es bienestar animal impedir que los paranyers puedan probar su cesto-malla, ni prohibir la esencia de festejos populares taurinos centenarios, ni pedir la erradicación de arruis con una carabina del 22 dejando los cadáveres tendidos en charcas donde bebe el ganado.

Porque según este animalismo sin altura de miras ni empatía parece que la quintaesencia del bienestar animal son todas las mascotas que viven en pisos encerradas y castradas cuando los animales deberían vivir en el campo. Porque mientras el sacrificio halal sin aturdimiento es fomentado desde la administración (al ser considerado una expresión cultural), simultáneamente se multa a quien ose hacer una matanza del cerdo de forma tradicional. Porque el urbanita de salón pide echar a la gente del campo mientras invade cada fin de semana el mundo rural con la moda del senderismo incontrolado. Porque parece que molesta el estiércol del ganado en las cañadas a quienes ocupan todas travesías con bicis por el día y por la noche. Porque o se frena esta situación o quienes fuimos y quienes somos, acabará por ser parte del olvido.

 

Daniel Núñez

 

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