El arte de lidiar toros
La tauromaquia (del griego antiguo taūros ‘toro’, yáchomai ‘luchar’) se define como «el arte de lidiar toros», tanto a pie como a caballo, y se remonta incluso antes de la Edad de Bronce. Su expresión más moderna y elaborada es la corrida de toros, una fiesta que nació en diversos lugares de Europa, así como con más arraigo en España, en Portugal, en Francia y en diversos países de Hispanoamérica como México, Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador y Costa Rica. Las corridas de toros también se realizan como espectáculo de exhibición en China, Filipinas y Estados Unidos, u otros países como muestra cultural. Los festejos taurinos han despertado diversas polémicas desde sus comienzos entre partidarios y detractores, pero siempre ha ganado la opción de la libertad de los pueblos para realizar sus tradiciones, totalmente legales y en muchos casos protegidas por el estado como Patrimonio Cultural, como en los tres países europeos.
El sentido ampliado de la tauromaquia incluye todo tipo de espectáculos realizados con toros, dividiéndose principalmente en festejos populares y corridas de toros, ampliando la magnitud de esta palabra a todo el conjunto de temas y sectores relacionados, desde la cría del toro a la confección de la vestimenta de los participantes, además del diseño y publicación de carteles y otras manifestaciones artísticas o de carácter publicitario, que varían de acuerdo a los países y regiones donde la tauromaquia es parte de la cultura nacional.
La corrida de toros
Aunque se denomine a esta ramificación de la tauromaquia corrida de toros, se divide en diversas ramas como puede ser la corrida de rejones, las novilladas con y sin picadores, festivales, mixtas, becerradas ,clases prácticas, etc. y todas estas versiones se desarrollan en varias partes llamadas tercios, en las cuales el toro es lidiado con pases o lances de recibo, posteriormente en los festejos mayores, es picado con una puya a caballo, a continuación se realiza el tercio de banderillas, seguidamente el tercio de muleta y el último que es la suerte de matar.
Los toros y la Cultura
La lidia ha estado desde siempre muy unidos con la cultura y todas las artes existentes, desde la música, escultura, pintura, teatro, cine, poesía, literatura, etc. y son muchos los artistas y personajes públicos que han estado vinculados a esta afición y así la han mostrado en sus respectivas creaciones artísticas. Haciendo un rápido paseo por la historia podemos ver que nombres tan conocidos como estos han estado ligados de una manera u otra a la tauromaquia, su defensa y su difusión, Ortega y Gasset, Unamuno, García Lorca, Dalí, Picasso, Vargas Llosa, Botero, etc…
La repercusión paralela de las corridas de toros
Los toros representan una partida importante dentro de la economía nacional y mundial, siendo una parte importante dentro del PIB nacional por la gran aportación que representa para las arcas del estado. Tan solo en España, en la actualidad los festejos taurinos ordinarios (corridas de toros) mueven más de 3.500 millones de euros cada año, y se destinan a la crianza del toro bravo más de 500.00 hectáreas de dehesas. Todo esto representa miles de puestos de trabajo e infraestructura que pocas industrias en este país se pueden permitir.
La tauromaquia como sentimiento
Los toros, tanto en la actualidad, como en la antigüedad, han representado desde siempre una forma de expresión cultural tal en las personas que han adquirido esta afición, que lo han incorporado a sus vidas como algo trascendental de su propia cultura y arraigo, manteniendo tradiciones centenarias, generación tras generación, como una identidad propia de su existencia, considerándolos como una muestra más de la cultura propia de sus pueblos y manteniendo la esencia que han recibido de sus antepasados.
Por otro lado está el aficionado que incluso lleva al terreno pasional su entusiasmo por el toreo, ya sea en plan torista por amar las ganaderías y sus diversos encastes, o por el aspecto torerista de ser seguidor de uno o ciertos toreros del corte de su gusto, ya sean tremendistas o artistas.
Lo que es indudable, es que el aficionado a los toros lo es por propia vocación y lo será de por vida para disfrutar de un arte y un acontecimiento que aunque parezca igual, nunca lo es, porque cada toro, cada lidia, cada faena es siempre diferente. Esa es la grandeza de este espectáculo.
El aficionado jamás acude a la plaza con la intención de ver coger a nadie, aunque tiene patente esa posibilidad, y jamás acude al espectáculo para disfrutar de la sangre o de ver herir al animal, son consecuencias de la lidia que el espectador no observa ya que se dedica a ver la bravura del toro y la habilidad y arte de los toreros actuantes.
Desde ANATUR defenderemos y promocionaremos la tauromaquia en su conjunto como tradición cultural de los españoles, por ser parte indivisible de las costumbres populares más ancestrales de este país, si no la más pura y antigua de todas.
Alberto de Jesús